Análisis

Andrés Luis Cañadas

Almonte, ya está en la Aldea

Mientras nuestra Hermandad de Jerez se adentra por los senderos del Coto, al encuentro con la Señora, la Aldea, antaño solitaria, donde apenas había escasos habitantes y que ahora en épocas de normalidad no llega a superar el millar y medio de habitantes, ha comenzado a vivir en lo que podríamos llamar, como dicen los modernos, “en modo romería”, y miles de visitantes; devotos de la Virgen, curiosos de todas partes del mundo y sobre todo hermanos de las distintas hermandades filiales; que por una u otra razón; se han venido directamente hasta tierras almonteñas para vivir la fiesta de Pentecostés, aunque en la jornada del pasado miércoles todavía las arenosas calles del lugar no registraban una masiva afluencia y entre numerosos vehículos particulares, algunos enganches y pocos jinetes, daba gusto acercarse a la Ermita, donde ya si el trasiego de peregrinos devotos de la Blanca Paloma era incesante, unos aferrados a la reja, otros sentados en los bancos; en intima comunicación con la Señora; que los recibía con ese halo que desprende la que desde hace siglos reina desde la marisma en el mundo…

Destacada, en esta primera jornada de la Romería de dos mil veinticuatro, la llegada, casi a las once de la noche, de la Hermandad Matriz de Almonte, cuyo cortejo llegó precedido por cientos de caballistas, presidido por el Hermano Mayor elegido para este año, rodeado su Simpecado de camino por la luz de las bengalas y el estampido de cohetes que anunciaban, con gozo, el final de una jornada que se había iniciado por la mañana, en el pueblo, parte del cual acompaño su peregrinación hasta la Ermita; presencia que acogieron las cada vez más numerosas personas presentes en la aldea con expectación y alborozo…

Y ya, tras la jornada de transición de hoy jueves, cuando casi en la distancia, Jerez aviste la silueta del Santuario, la habitual programación de la Romería, en la tarde de mañana viernes, se iniciará con la presentación ante la Blanca Paloma de las hermandes filiales mas modernas a las que seguirán el sábado las más antiguas, a las que acogerán; como lo ha hecho ya con quienes nos encontramos en el Rocío, una marisma bellísima, cubierta por el agua vivificadora, que ofrece la misma estampa de siempre…

Y en la Ermita, como ayer mismo pude comprobar, esa sucesión de insólitas promesas que tantas madres y esposas le ofrecen a la Virgen; como la recorrer de rodillas la distancia desde la puerta del templo hasta su altar; y cuya razón solo podrían explicar desde lo más profundo de su corazón…

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